viernes, 31 de enero de 2014

Relato: Sólo uno más

Inicio con este post la publicación de algunos relatos de un taller de escritura creativa en el que estoy inscrito.  Publicaré los relatos y posiblemente indicaré el "supuesto" o "planteamiento" que nos indicó el profesor como semilla.  En este caso, se trata de esta imagen.  


Con este planteamiento, éste es el relato que salió, una vez incorporadas las correcciones del profe y de mis compañeros.  Espero que lo disfrutéis tanto leyéndolo como yo disfruté escribiéndolo y recordad que es el primero.


Sólo uno más

Laura se sentó en el borde de la cama, sudorosa y agitada.  Respiraba desacompasadamente como tratando de buscar el aire que le faltaba.  El ambiente en la habitación era opresivo, y olía a cerrado.  Su último cliente yacía en la cama con una mueca de satisfacción dibujada en su rostro.

Laura era muy buena en su trabajo.  Toda una profesional.  Las otras chicas hacían verdaderas chapuzas con sus clientes que eran conscientes casi todo el rato de lo mecánico de sus movimientos.  Ella no.  Cualquier cosa que mereciera la pena hacerse, merecía la pena hacerse bien, ése era su lema.

Sin ponerse en pie, echó mano a la mesilla de noche.  Encima de ella encontró el dinero que su cliente había dejado.  Se trataba de más del doble de lo pactado, pero claro, eso también le ocurría con frecuencia.  Con ingresos como esos pronto podría dejar de trabajar por un tiempo.  Quién sabe, quizás podría encontrar un trabajo menos sórdido.  Ser prostituta en un burdel de Puhket no era muy glamuroso, pero en peores situaciones había estado.  Además, a ella no le desagradaba su trabajo.

La memoria de Laura empezó a navegar por las situaciones en las que se había visto envuelta a lo largo de los años.  Desde el palacio de los Ricardi en Florencia, donde las perversiones de la familia eran legendarias hasta el propio palacio ducal en Venecia donde conoció al que fuera su maestro en las artes de alcoba, Giaccomo Casanova.  Con él aprendió cómo seducir con una mirada, el código de gestos y miradas de la alta sociedad y, cómo no, que siempre hay que tener un plan de huida por si la cosa se complica.  A Laura le había pesado tener que acabar con su vida, pero Giaccomo había descubierto su verdadera naturaleza.  Al principio se comprometió a guardar el secreto y ella, sabiéndose expuesta pero confiando en el veneciano, respetó su vida hasta que, senil y delirante en aquella biblioteca de Dux, comenzó a hablar demasiado.  Cuando el cuerpo inerte de Casanova quedó a sus pies, Laura descubrió con horror que en el libro que estaba escribiendo hacía menciones a ella misma y a su origen.  Más furiosa consigo misma que con la pobre caricatura de seductor que descansaba en el suelo de mármol, arrancó las páginas y destruyó cualquier prueba de su existencia.

También recordó episodios como el que luego se llamaría "Guerra del Opio" y los conflictos que la sucedieron, donde la dulce mirada de Laura le salvó de una represalia severa por parte de un general chino.  El diplomático francés que la rescató, enamorado a primera vista de las sensuales curvas de la joven, también terminó muerto a sus pies.  No podía permitirse dejarlo con vida.

"Sólo uno más", se dijo. 

La verdad es que no todos los clientes que pasaban por la habitación de Laura terminaban como el actual, yaciendo desangrados con un rictus de placer.  Ella sabía parar a tiempo si era necesario.  No todos los clientes del burdel merecían ser drenados completamente, sólo aquellos realmente perversos eran los elegidos.  El resto se marchaban, quizás con un ligero mareo y un vago recuerdo de habérselo pasado realmente bien.  Pero aquellos cuyos gustos eran realmente obscenos, los violentos que Laura sabía que habían agredido a alguna de las chicas, los que buscaban niñas pequeñas o en general aquellos que suponían una amenaza para las meretrices, ésos pasaban una última noche con Laura.

El acuerdo con el portero del burdel incluía la limpieza de la habitación.  Trahn entró en la estancia tras llamar sonoramente a la puerta y envolvió el cuerpo de aquel pederasta en las propias sábanas sin decir una sola palabra.  Laura lo miró cargar el fardo en un carrito como los que las doncellas utilizan para la limpieza de las habitaciones y desaparecer, también en silencio, atravesando el umbral de la habitación.

"Sólo uno más", se dijo.  Un desgraciado más y el número de víctimas habría superado lo aceptable y Laura tendría que abandonar el burdel y buscar otro sitio donde ejercer su trabajo.  Un local donde su modo de vida fuera compatible con sus apetencias, y donde algún portero sin muchas luces cayese bajo el embrujo de su mirada y accediese a un trato similar al que tenía con Trahn.  Tal vez en otro país.  Echaba de menos el Mediterráneo.  Quizás Grecia ofreciese alguna opción, pero en las naciones más desarrolladas era más complicado encontrar lugares aptos.  Eso sí, la cuenca mediterránea estaba plagada de países en los que ser prostituta equivalía a ser maltratada y humillada.  Sí, quizás Túnez o Egipto.  Algún país con turismo, claro.

- ¿Está todo bien? - dijo Trahn desde la puerta.
- Sí, pasa Trahn.  Siéntate aquí un momento conmigo.

"Sólo uno más" se repitió mentalmente mientras se echaba al cuello de Trahn.  No podía dejar cabos sueltos.

Os recuerdo que el contenido de este blog se publica mediante licencia Creative Commons con citación de fuente y sin que sea posible hacer una obra derivada de su contenido.  En todo caso, si queréis usarlo, hablad conmigo primero si necesitáis que os clarifique qué se puede y qué no se puede hacer con este grupo de palabras juntas.

3 comentarios: